lunes, 9 de septiembre de 2013

Escalonilla: El Santísimo Cristo de la Cruz a Cuestas de Escalonilla




                      
Estandarte del Cristo enmarcado en madera



      “El fuego sagrado” de los escalonilleros

                                         Dime que es lo que verdaderamente amas,
                                         lo que buscas con todo empeño, esperando
                                         encontrarlo, y me habrás dado con ello una
                                         expresión de tu vida. Amas lo que tu vives.
                                                  Fichte, J. G. (1762 – 1814)

            Algunas veces resulta aconsejable detenerse en la vida para reflexionar, yo procuro hacerlo con cierta frecuencia sobre los temas que más me interesan; llevo ya algunos años que, con cierta insistencia, lo hago sobre la identificación, la íntima relación de los escalonilleros y escalonilleras con su Cristo de la Cruz a Cuestas, y me pregunto, ¿Por qué esa identificación se realiza con tanta intensidad? ¿Por qué se manifiesta de forma tan generalizada entre la población, incluso en momentos de crisis  de valores religiosos?.

No me resultaba fácil expresarlo por escrito; al menos, no encontraba las palabras adecuadas para hacerlo, hasta que por fin he recurrido a la fuente más fiable: vosotros escalonilleros; vuestras expresiones, vuestra forma de manifestarlo. De esta forma, he encontrado que, año tras año, habéis ido describiendo y detallando esa relación muchos de los que escribís en el programa de fiestas, aunque no haya sido de forma monográfica y sistemática. Yo, este año, he sentido la necesidad de dedicar mi escrito a este fenómeno religioso que los lugareños vivimos durante todo el año, pero que en determinados momentos amplía su radio de acción, su influencia, y se convierte en algo más profundo y más extenso; en un fenómeno sociológico de identificación propia de todos los escalonilleros. Un fervor  religioso transformado en un fenómeno de identificación popular, en unas señas de identidad o, tal vez, en un manifestación cultural propia, que marca a una pequeña población. Por y para ello, he repasado prácticamente todo lo que habéis escrito, y me he quedado asombrado de lo bien que recogéis y reflejáis la identificación existente. Me vais a permitir que utilice algunas de las expresiones y testimonios utilizadas, aquellas que me han parecido más determinantes, aunque otras muchas también hubiesen sido igualmente significativas.

            1º.- Un breve repaso a la historia.

            Habría que remontarse muchos años atrás, para encontrar esa identificación que se manifiesta claramente desde hace 173 años (1834, con el voto popular), aunque quizás tenga más de 300, ya que la fe en Jesús de Nazaret se había “visualizado”, primero, en el Cristo de la Sangre y, más tarde, en el Cristo de la Cruz a Cuestas, posiblemente simultaneándose ambas devociones; según Gonzalo Fernández, desde la 2ª mitad del siglo XVII (1666, ya había en nuestra iglesia parroquial una imagen del Cristo de la Cruz a Cuestas). En los siglos XVIII y XIX, habría ido creciendo hasta su consolidación con la explosión del voto popular de 1834. Su ratificación en el año 1.885, sin duda,  fue el testimonio y la apuesta  más clara de Escalonilla por seguir potenciando su devoción, beneficiándose de su benéfica protección; además, iba configurando y consolidando sus propias señas de identidad. Dos centurias, tal vez más, son tiempo suficiente para ello, y para que este sentimiento se encuentre sustentando en unas consistentes raíces.

            2º.- Manifestaciones:
Procesión del año 2009


            ¿Cómo se  manifiesta esta relación de identificación?. Me atrevería a decir que de dos formas:
            a).- De forma sosegada, día a día, durante todo el año, con visitas continuas a su capilla, misas, velas, miradas apasionadas, confidencias, etc., etc.; cuantos escalonilleros/as visitan su capilla para pedirle gracias, cuantas velas encendidas, cuantas peticiones, cuantas plegarias; seguro que cualquiera de vosotros, podríais escribir aquí una larga lista de innumerables detalles para confirmarlo, aunque tal vez, algunos deseéis dejar todo en el anonimato. Como lo hagáis, bien hecho estará, ya que, no se donde, todo se encontrará y fundirá en un mismo e inconfundible ramillete ascendente: el ramillete escalonillero, donde la complicidad y coincidencia de todos en este aspecto está más que demostrada.

                b).- De forma más impulsiva, me atrevería a decir que más explosiva, cuando ya empiezan las novenas el seis de septiembre, para culminar en la procesión el día de su festividad, el 14 de septiembre. Que bien fue identificada por un sacerdote, hijo de nuestro pueblo, Leonardo Duro, en 1989, al calificarla de “Fuego Sagrado, que no sólo se mantiene de forma individual sino que se transmite y se propaga de hijos a padres como impulsados por un instinto de supervivencia y de conservación de nuestra identidad”. Las gentes de este pueblo, de nuestro pueblo, nos mantenemos  firmes en una de las creencias más queridas, heredadas de nuestros antepasados y que nos confiere una acusada personalidad religiosa, que no dudamos en prolongar a nuestros comportamientos cívicos, a nuestra actividad como pueblo: la clara manifestación de fe y devoción al Cristo de la Cruz a Cuestas. Seguro que encontraríamos otros rasgos comunes, pero que carecen de interés ante la dimensión del anterior.

            Para describir esa visión general que  tiene un escalonillero (incluyo a la mayor parte de “los “ausentes”), pienso que resulta clarificador complementar lo anterior con las referencias que realizaba un ilustre paisano, Ángel Alonso, médico de profesión y ausente por necesidades de la misma, cuando puntualizaba en su pregón de la Semana Cultural de 1.997: “ ........ al mejor Alcalde, al mejor Maestro, al Médico que cura todos los males del cuerpo y del espíritu......... al Cristo, a Nuestro Cristo de la Cruz a Cuestas, al que ocupa el mejor lugar del corazón de los/as escalonilleros/as, donde quieras que estés, el único capaz de reunir, en torno a si, a todos los hijos de Escalonilla, bien de presencia en su multitudinaria “función” o de pensamiento desde cualquier parte del planeta”.

Recordemos que ya fue nombrado “Alcalde Perpetuo” el 6 de septiembre de 1.990, nombramiento que se hizo público en la Iglesia Parroquial, en el propio acto del inicio de su novenario: “....En su virtud propongo que por aclamación popular se le designe como ALCALDE PERPETUO de Escalonilla, y que las generaciones que nos sigan encuentren en Él un apoyo firme para regir, de acuerdo con Su Voluntad, los destinos de esta Villa, en la creencia firme de que no podrán encontrar mejor Valedor”.

 Primero, en 1834, fue el voto popular, avalado por las firmas de los escalonilleros; después, en 1885, su ratificación a través de un acta municipal, igualmente avalada por 122 firmas y por la del secretario del Ayuntamiento, Ramón López (entre ellas encuentro la de mi abuelo: Victoriano Alonso); luego vendría 1990 ..... y, seguro, que un sin fin de testimonios personales anónimos, que permiten a los escalonilleros disponer de ese nexo común identificativo, de ese sentimiento colectivo que rebosa en todos nosotros.

            Qué bien, con cuanta precisión ha descrito Ángel Bienayas, en una emotiva y preciosa poesía: .....”El Cristo está vivo, no es de madera....., así se vive el Cristo en Escalonilla.”, esta relación “viva” , “apasionada”, ......entre Escalonilla y su Cristo; o, el amigo Restituto (q.e.d.), que año tras año, en el programa de fiestas, incansable, ha pregonado su fervor a través de sus versos: “Dure lo que dure mi vida, en Ti tengo Fe, Jesus....”. ¡Cuantos testimonios de escalonilleros habrá en esta misma dirección!,  aunque sólo se encuentren escritos en algún lugar profundo de sus corazones. ¡Qué desahogo cuando los sentimientos se pueden expresar escribiéndolos sobre el papel!, algún día puede que tu también lo hagas. Yo, hasta hoy, era algo que me inquietaba al tenerlo pendiente; hoy ya me siento más tranquilo, más aliviado, más .....  

3º.- Momentos claves:

a).- El novenario.

            Antes de la fiesta religiosa, de la procesión, se empieza la preparación general; podríamos decir que el entrenamiento. Los escalonilleros no descuidan este aspecto y, durante todo el año; pero de una forma especial durante los nueve días del novenario, acuden a su iglesia parroquial a rezar su novena, a realizar sus peticiones y a ofrecer su cariño a través de esas flores que ahora van depositando, día tras día, a los pies de su Nazareno: Los niños, la tercera edad, los matrimonios, los maestros, las autoridades locales, los agricultores y un largo etcétera, van manifestando su testimonio, recorriendo el pasillo central de la iglesia con sus ramos de flores que depositan a los pies del Cristo, portadoras de nuestro compromiso y de nuestras peticiones individuales, anónimas; con la esperanza de que sean atendidas en virtud de ese compromiso de correspondencia que, sin estar escrito, es una realidad firme; que ya empezó con nuestros antepasados, que continua manifestándose con nosotros y con nuestros hijos. Ya no existe aquel mortífero cólera morbo que azotó a Escalonilla y a otros muchos lugares, ahora tenemos otras necesidades personales, otros aprietos familiares, que necesitamos y queremos compartir Contigo, “Cristo de la Cruz Acuestas”, pues ya formas parte de la Historia de esta pequeña comunidad, de nuestro pueblo, de Escalonilla; ya eres uno más de nosotros. Seguro que nuestros ancestros se sentirán orgullosos de nuestros comportamientos, de nuestra actuación, de la continuidad de su manifestación religiosa, de esas inconfundibles señas de identidad escalonillera. ¡Qué extraordinario sería trasvasar esta experiencia a otras actuaciones de convivencia!. ¡Qué potencialidad como pueblo tendríamos!; pero......, hoy me conformo con seguir haciendo estas reflexiones en voz alta; tal vez mañana..........

Parece que en este caso no se cumple esa ley que dice: “El destino del hombre es pasar, y, por eso, toda obra humana individual o colectiva tiene fecha de caducidad”; con nuestro Cristo, el fervor de los escalonilleros no tiene caducidad, ya que su transmisión generación tras generación, después de lo visto y vivido, esta garantizada.

                b).- La festividad: El día del Cristo.

 Ha llegado el día 14; es su día, ¡es el día del Cristo!. Los alegres acordes de la diana matutina se encarga de despertarnos con tiempo para asistir engalanados a la solemne misa que abre la festividad; luego, por la tarde, la procesión, esperada con ánimo y fervor contenido por todos los escalonilleros que llegan de todas las partes de España y se apiñan en la Plaza de Abajo, para ver salir, para ver entrar a su Cristo por la puerta de la Iglesia; para verle esconderse y rápidamente erguirse majestuoso sobre su carroza. ¡Cuanta emoción contenida!, ¡Cuanta gente!, ..... Cómo se congregan, cómo se apiñan los escalonilleros alrededor de su Cristo en estos emotivos momentos y cómo se mantienen durante todo el recorrido procesional. Para reflejarlo, nada mejor que la descripción de Vanessa Peña en uno de sus versos: “Como se llenan las calles de mi población..... Cuando te sacamos en procesión”; o, a la de Restituto: “Desde hace mucho tiempo // Esta fiesta se celebra // Los que viven en el pueblo // Y los que vivimos fuera.......”.
 Cuando la procesión llega a su último tramo, hay un momento de reflexión, de sosiego, de recogimiento íntimo; es cuando después de una larga espera por todo el recorrido procesional, tras el inconfundible sonido de los motetes interpretados por nuestra extraordinaria banda de música local y las alocuciones correspondientes, la imagen en su carroza tiene que ser perfectamente cuadrada y alineada para poder entrar de nuevo en la iglesia parroquial; cuando, a través de algún artilugio mecánico, tiene que descender y esconderse prácticamente en el interior de su carroza, de forma que la imagen pueda pasar por la puerta y adentrarse en el templo; esa puerta que soporta, desde hace muchos años, también en otros momentos de intensa tensión y grabado por los propios escalonilleros, el rótulo de: “Casa del Pueblo”, que se ha mantenido, durante mucho tiempo, dibujado muy tenuemente en su parte alta, bajo la cornisa de piedra,  y que ahora y en estos momentos, mejor que nunca, puede hacer gala de ese título. ¡Quién se lo iba a decir a nuestros paisanos grabadores!. ¡Qué paradojas del destino!.

 Vivimos un instante sublime, un momento de meditación donde los escalonilleros podemos renovar,  multiplicar nuestras peticiones y realizar nuestras ofrendas anónimas, que no se materializan, pero que son compromisos ineludibles para quienes las hacemos, y que son una prolongación de esas otras, más ostentosas, más materiales, que cumplen la finalidad de embellecer y adornar la imagen y su carroza durante el novenario, introducidas recientemente. Se ha modificado la austeridad y literalidad del acto centenario, aunque muchos, al menos algunos, sentimos que  hay que conservar aquel mismo espíritu de fervor, aquellas inconfundibles esencias, ese permanente sabor a tradición, a bisabuelos, abuelos y padres; que las comas, los acentos, la entonación, el instante, el órgano, ese insignificante detalle que para otros pasa desapercibido; la propia atmósfera de la Iglesia, que los escalonilleros amamos, sentimos....., y no queremos ni debemos perder jamás. Año tras año, volveremos a percibir esas mismas sensaciones, que vamos enriqueciendo con esas otras nuevas que progresivamente van surgiendo; por lo que tal vez, también ha llegado el momento de impulsar e incorporar a esa nueva cofradía del Santísimo Cristo de la Cruz a Cuestas, que un tanto desdibujada aparece únicamente en las procesiones de Semana Santa. Eso dependerá de que los escalonilleros quieran tener un protagonismo más activo en algunos aspectos organizativos de la fiesta; al menos, es otra opción a considerar para todos y, de una forma especial, para la nueva Corporación Municipal, a quien desde estas líneas felicito y deseo una fecunda y fructífera legislatura.

Ya ha finalizado la procesión, ya hemos cargado las pilas, ya tenemos cuerda y marcha para todo el año; un largo año....., pero no importa, ya estamos pensando en el  próximo. No faltaré, aquí estaré de nuevo en la procesión, puede que haciendo el recorrido descalzo, puede que integrando las largas filas de devotos con velas o como un nuevo cofrade, puede que en el más absoluto anonimato, confundido con otros paisanos. Es lo mismo, tengo tiempo para pensarlo durante el camino de vuelta, .........., durante un largo año.
Los bollos, los pasteles, la cerveza, los besos de despedida a la familia, a los amigos, y ....., al coche; arranca, es de noche, se ha hecho muy tarde y tenemos que dejar Escalonilla y volver a ese otro lugar donde vivimos. ¿Tendrán allí las gentes su propio Cristo?. ¿Será como el nuestro?. ¿Seremos los escalonilleros unos fanáticos?, ¿..............?. Mañana, antes de salir de mi nube, antes de respirar ese otro aire, posiblemente más contaminado,  procuraré buscar la respuesta.
La imagen del Cristo entrando en la Iglesia - año 2009


                                                              Procesión del año 1928

                                                                       Alejandro Pinel Alonso.
                                                                         -Septiembre del 2007-  

                       

 

domingo, 28 de julio de 2013

Escalonilla - Santa María Magdalena, patrona de Escalonilla

         SANTA MARÍA MAGDALENA, PATRONA DE ESCALONILLA

Su festividad se celebra en Escalonilla el día 22 de julio de cada año. Este año de 2013 he querido dejar constancia, para aquellos que estén interesados en algunos de los detalles que años atrás ya dejé reflejados en los programas que edita el Ayuntamiento para la festividad del Santísimo Cristo de la Cruz a Cuestas, de sus partes más relevantes en este blog

             

                                       Santa María Magdalena en procesión - 1975


           1.- Sobre el día de su festividad: (Ampliar detalles en el programa de fiestas de 2004)
Durante los siglos XIII, XIV y XV, el día de su festividad fue tenido por uno de los más importantes del año y en los libros litúrgicos solía constar como un día doble (Correspondía a una fiesta en la que se recitaban antífonas y cantos llanos antes y después de los salmos y cánticos). La amenaza de terribles castigos pesaba sobre todo aquel que dejara de celebrar la fiesta correctamente;  en Viviers (norte de Francia), por citar un ejemplo, un relámpago calcinó las piernas de un campesino y mató a sus bueyes porque, aún y habiéndolo amonestado el cura, había trabajado su campo el 22 de julio. Sin embargo, María Magdalena le curó las heridas y unos días más tarde, en la fiesta de la Asunción, el 15 de agosto, la Virgen María, le puso en pie.
 Desde mediados del siglo XVI se encuentra documentada como patrona de Escalonilla, donde contaba con una cofradía desde 1556. Dicha cofradía tenía la obligación de hacer la fiesta de la Santa, con vísperas, misa, sermón y procesión solemne. También estaba obligada a atender otras necesidades espirituales por las ánimas de los cofrades difuntos. Son muchos años de arraigo popular que nos ha permitido consolidar su devoción y celebrar con entusiasmo su fiesta. Desaparecida dicha hermandad hace muchísimos años, la fiesta, hoy, se celebra bastante desdibujada. ¿Qué imagen sacaban en procesión en esa época? ¿Cuándo y por qué desapareció la cofradía?. Hoy son preguntas de difícil contestación.

2.- Sobre su patronazgo :
            Algunos oficios e instituciones adoptaron a María Magdalena como santa patrona por razones muy variadas, y a lo largo y ancho de la geografía española, muchas iglesias se encuentran bajo la advocación de la santa, y varios pueblos españoles, como Escalonilla, la tomaron como su santa patrona cuando se estaba celebrando el concilio de Trento: 1545 – 1563. Nuestro pueblo ya contaba con un patrón: S. Germán. ¿Por qué duplicaron los escalonilleros el patronazgo?

3.-  Su importancia artístico-religiosa:
María Magdalena vino a ser la santa favorita del medioevo y su vida se convirtió en un verdadero best-seller. Hasta el siglo XII su representación plástica se había limitado a ciertas escenas de la vida de Cristo, tales como la Crucifixión y la Resurrección. A partir del s. XIII comenzó a aparecer sola, como heroína de su propia historia, representada en vidrieras, frescos, altares, entrepaños, miniaturas y obras de orfebrería, siempre con colores vivos.
En España, el arte religioso también fue utilizado como un arma propagandística eficaz para promover los conceptos de la Contrarreforma, por lo que las consignas para representar a María Magdalena censuraron sus adornos y vestimentas suntuosas, y las imágenes de los artistas que mostraron a la bella arrepentida elegante, fueron desapareciendo poco a poco. La imagen de la penitente en su cueva reflejaba un modelo ideal: resultaba menos erótica y más ascética y piadosa.
El primer éxtasis o ascensión de la Magdalena cubierta por su cabellera, hizo su primera aparición en el retablo del Maestro de la Magdalena a finales del siglo XIII. La interpretación de la escena a finales del XVI, acentuaba un nuevo aspecto: al serles negados a la santa el agua y la comida, el alimento celestial había de ser su único sustento. El alimento divino era la Eucaristía, y la imagen de María Magdalena trasportada a los cielos constituía la afirmación visual de la presencia real de Cristo en la Eucaristía y la confirmación del dogma cuestionado por el protestantismo.

Con esa representación del “Tránsito de Santa María Magdalena a los Cielos”,  situada en la parte más alta del retablo del Altar Mayor, el mensaje de la Iglesia llegaba claro y preciso a los escalonilleros. Posiblemente, Susan Haskins, de haber conocido ese enorme y extraordinario lienzo alegórico a ese místico momento y el patronazgo de la santa sobre Escalonilla, lo habría citado y comentado en su libro. ”María Magdalena: Mito o metáfora. Nosotros observándole y pensando en el significado de Trento, tal vez, podamos entender algunas de las sensaciones y vibraciones de nuestros antepasados y comprender los sentimientos que en ellos despertaría.
En cuanto a la escultura, hay que referirse, por su notoriedad, a la esculpida por el granadino Pedro de Mena, en 1664, incorporada, tiempo atrás, a una exposición realizada en el Museo del Prado sobre la pintura de Tiziano y que tuve el placer de contemplar. Se trata de una estatua realista de madera policromada vestida con una burda túnica, la mano derecha sobre el pecho mirando angustiada la cruz que sostiene en la otra. 
 
El tránsito de Santa María Magdalena a los Cielos:
            Es una importante pintura al óleo, enmarcada en la parte central del retablo barroco de la Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena de Escalonilla, donde se representa el tránsito de la santa a los cielos, conducida  y ascendida por dos arcángeles celestiales, de autor desconocido. Durante bastante tiempo se confundió con una representación de la ascensión a los cielos de la Virgen María, hoy totalmente superada.
Debajo de esta impresionante pintura, la escultura de la santa, obras con las que, los escalonilleros dejan claro, según mi parecer, cual es su patrona principal, aunque hay que reconocer que la devoción al Santísimo Cristo de la Cruz a Cuestas, fundamentalmente desde la primera mitad del siglo XIX, ha eclipsado la que se profesa a cualquier otra imagen. A continuación, con el escrito publicado, en el año 1996, en el programa de fiestas del Cristo, queda explicada la simbología de la mencionada obra.

Interior de la Iglesia Parroquial. Al fondo el retablo cuadro del Tránsito e imagen de Santa María Magdalena.  

         “EL TRANSITO DE SANTA MARIA MAGDALENA A LOS CIELOS "  
                                                - Alejandro Pinel Alonso
 
Escalonillero/a, cuando visites, cuando te encuentres en nuestra Iglesia Parroquial  eleva la vista y observa con atención el cuerpo superior del retablo del Altar Mayor; fíjate en su parte central, la más recargada, como en su ascenso penetra en el artesonado del techo, y comprueba como en su centro ha dejado espacio para acoger a una obra pictórica, bien elaborada técnicamente y de un gran significado para los lugareños. Seguro que en alguna ocasión habrás sentido la curiosidad de conocer lo que el pintor  nos ha querido transmitir sobre nuestra santa patrona y te habrás hecho algunas preguntas al respecto. Yo, tengo que confesaros que he sentido muchas veces esa misma curiosidad, y que  desde un buen día del año 1.992, tras haber sido limpiada la pintura y llegarme sus colores cálidos con mayor nitidez, se ha incrementado, y mi mirada se dirige, casi sin pretenderlo, escrutadora y curiosa, domingo tras domingo, a ese magnífico lienzo para tratar de retener hasta sus más pequeños detalles que me ayuden a comprender el mensaje del autor; perdiendo, ante esta nueva dimensión, importancia otros menores relacionados con su autoría y que, sin duda, algún día conoceremos.               
 Es una pintura típicamente barroca que sigue, en líneas generales, los modelos de las Inmaculadas, el tema religioso más socorrido en el siglo XVII, con atmósferas cálidas y doradas y el aire místico que precisan los cuadros religiosos, pues era necesario aproximar la religión al pueblo. Se generalizó el óleo y el lienzo, ya que este último permitía la pintura de cuadros de proporciones mucho más grandes que la tabla y, gracias a él, los cuadros de los retablos mayores eran todo lo  gigantescos que exigía el sentido de la grandiosidad de los artistas barrocos. Antolínez (1.635-1.675), pintor representativo de la escuela barroca madrileña del siglo XVII, que nos dejó entre sus cuadros un Tránsito de la Magdalena, (Museo del Prado), creó un inconfundible tipo de Inmaculada caracterizado por la amplia dobladura que forma el cuerpo de la Virgen inclinado sensiblemente hacia la izquierda, que nos hace recordar nuestra obra. En el barroco, que se había iniciado en el siglo XVII y se extendió hasta la mitad del XVIII, se pinta todo cuanto se ve, lo feo y lo bonito, lo agradable y lo molesto; tanto una hermosa Venus como un cadáver putrefacto. El pintor abandona el taller para buscar temas en la misma naturaleza; también se estudia al individuo y se intentan captar sus estados emocionales. El realismo determina el auge  de temas cruentos, pero época de grandes persecuciones, el siglo XVII lo fue también de recompensas, de canonizaciones y beatificaciones. Y, junto a lo real, triunfa lo maravilloso; es sobre todo el misticismo, el cálido contacto con Dios lo que se representa. Ello obliga a introducir elementos sobrenaturales y efectos teatrales en la escena: resplandores salpicados de nubes y humos de incienso donde bellas figuras de ángeles entonan suaves salmos. Los temas religiosos se multiplican hasta el infinito ya que era preciso contar las vidas gloriosas de los santos de la Iglesia, por lo que son frecuentes las series de lienzos a ellos dedicados para decorar iglesias y claustros de conventos. En la iconografía de la época, María Magdalena aparece representada como cortesana o, mucho más frecuente, como penitente, penitente en el desierto, sobre todo a partir de la Contrarreforma. Como cortesana suele ir acompañada del frasco de perfumes que derramó en los pies de Cristo; como penitente, ostenta una larga cabellera con la que se cubre a veces. Las grandes conquistas del barroco son la luz, el movimiento y el colorido; predominando las composiciones asimétricas, donde las diagonales ocupan un lugar preeminente. Nos encontramos en la época culminante de la pintura española donde los artistas, entregados al arte del pincel, se esforzaron por plasmar una visión trascendente, sobrenatural, aunque se refiera incluso a personajes puramente humanos. El realismo desempeña un papel director en la representación, pero hay que esforzarse por averiguar lo que se esconde detrás de él. Los gestos y los atributos desnaturalizan el aparente significado real de la obra; pues hay que recordar, por ejemplo, como San  Ignacio de Loyola recomendaba al pecador que colocara la mano sobre el pecho si estaba con deseo de arrepentirse; otro tanto cabría decir de la mirada que, cuando se dirige hacia lo alto, es indicio de oración. 

 El tema central de la obra, la ascensión de la santa a los cielos transportada por dos ángeles rubios de extraordinaria belleza, se encuentra encerrada en un triángulo, prácticamente de lados iguales, que tiene sus vértices en los pies de la santa, en su mano izquierda y en las manos del ángel que se alza sobre el brazo derecho de la Magdalena. El contraste del rojo de los ropajes de los ángeles con el azulado y marrón de los de la santa, hace que destaque en el conjunto de la pintura el cuerpo suspendido de la Magdalena, que con su mirada orientada hacia el cielo en señal de oración y con el semblante de complacencia y abandono, nos transmite esa sensación mística y contemplativa que ejerce la influencia divina sobre ella. Los largos y abundantes cabellos que caen desenfadadamente sobre sus hombros, pretenden hacernos recordar el pasaje de su arrepentimiento, cuando lavó los pies de Jesús con sus lágrimas y los secó con ellos. La composición rompe su uniformidad a través de dos diagonales que ha introducido el autor y que sirven también para imprimir la fuerza ascensional que nos quiere transmitir. Me refiero al cuerpo del ángel de la izquierda -mirado el cuadro de frente-, que sigue la inclinación de uno de los lados del triángulo al que antes hacia referencia; en contraposición, esa otra diagonal más suave formada por los brazos de la Magdalena, mientras su cuerpo, dispuesto en forma vertical con amplia dobladura, prácticamente ingrávido, parece seguir el camino trazado por ese resplandor de rayos divinos procedentes del cielo, que se abre paso entre nubarrones oscuros. Todo está  colocado y preparado para potenciar el movimiento ascensional ya iniciado de la santa que, incluso, se encuentra ya con los pies ligeramente despegados del suelo.
 
 Con la disposición del paisaje áspero y prácticamente desnudo de vegetación, característico de zonas esteparias o  desérticas, el pintor ha dotado a su obra de perspectiva, de profundidad y le ha servido para acercar el tema tratado al espectador y para situar en el espacio adecuado el hecho que pone de relieve. En el vértice inferior izquierdo, en un plano secundario, ha colocado dos pequeños angelitos desnudos, de carnes rosadas, para representar la temporalidad de la vida terrestre, la muerte -ángel que sujeta en sus manos una calavera-; y el triunfo de la Iglesia, de la vida eterna -ángel que eleva con su mano derecha un copón (?)- (también podría tratarse del frasco de los perfumes, símbolo que acompaña a las pinturas de la Magdalena, fundamentalmente cuando se la representa como cortesana, aunque no es el caso que nos ocupa) y  porta en la izquierda un libro, posiblemente los evangelios (el valor y la fuerza de la palabra, de la predicación, faceta en la que se distinguió la santa tras su arrepentimiento, según nos cuenta fray Santiago de la Vorágine con las siguientes palabras: “No debe extrañarnos que de unos labios que tan delicada y piadosamente habían cubierto de besos los pies de Cristo, brotase la palabra de Dios con especialísima unción”). En definitiva, el triunfo del amor de la Magdalena hacia Jesucristo tras vencer al pecado y los placeres terrenales.
Pero es inútil enfrentarse con la pintura barroca sin conocer la literatura contemporánea, ya que la pintura pone en marcha unas formas y unas ideas que en gran parte figuran en los libros; así pues, ha de explorarse la bibliografía de la época para tratar de penetrar en los secretos de la pintura. Sin duda, el pintor conocía bien la narración que de la vida de la santa realizó el dominico genovés, arzobispo de Génova desde 1.292 hasta su muerte en 1.298, fray Santiago de la Vorágine en su “Leyenda Dorada”, obra escrita en latín hacia el año 1.265; hombre de inmensa cultura y uno de los escritores más sobresalientes y prestigiosos de la Edad Media, que con su compilación de las vidas de los santos cosechó, durante más de tres siglos, alabanzas muy superiores a las conseguidas por cualquiera que haya escrito sobre esa materia. Según la Leyenda Dorada, Santa María Magdalena, deseosa de entregarse plenamente a la contemplación de las cosas divinas, tras abandonar el camino de los placeres y del pecado y dedicarse, durante años, a predicar la doctrina de Cristo, se retiró a un desierto austerísimo; se alojó en una celda previamente preparada para ella por los ángeles, donde vivió durante treinta años totalmente apartada del mundo y aislada del resto de la gente. Durante todo ese tiempo, todos los días, en los siete tiempos correspondientes a las Horas Canónicas, los ángeles la transportaban al cielo  para que asistiera a los oficios divinos que allí celebraban los bienaventurados. Con sus propios oídos corporales oía ella los cánticos que los gloriosos ejércitos entonaban, y alimentada hasta la saciedad, siete veces al día, con tan exquisitos manjares, compréndase perfectamente que cuando los ángeles, al concluir cada una de las siete Horas Canónicas del Oficio, la bajaban nuevamente al desierto, no sintiera la menor necesidad de tomar alimentos ni bebidas terrenales.
 Este pasaje fue contemplado por un sacerdote que, buscando un paraje adecuado para hacer vida solitaria, fue a parar al desierto en que la Magdalena se encontraba, y construyó una celda a doce estadios de distancia de la ocupada por la santa. Un día el Señor permitió que dicho sacerdote, con sus propios ojos corporales, físicamente y con toda claridad, viera como los ángeles descendían de lo alto, llegaban a un lugar próximo a donde él se hallaba y subían al cielo llevando con ellos a una mujer. Al cabo de una hora vio de nuevo como aquellos ángeles, cantando himnos de alabanza descendían nuevamente a la tierra acompañando a la misma mujer que anteriormente consigo llevaron. Este sacerdote comprobó así que lo que había visto era real y escuchó de boca de la santa todo lo que la venía ocurriendo desde hacia treinta años, rogándole que fuese a ver a San Maximino (encargado por San Pedro de la atención espiritual de María Magdalena)  y le contase lo visto, ya que muy pronto el Señor la sacaría definitivamente de este mundo. Poco tiempo después, un domingo de Resurrección, la santa, tras recibir en comunión el cuerpo y sangre de Cristo en el oratorio de San Maximino, donde fue trasladada por los ángeles, rodeada del santo, de todo su clero y del sacerdote que había actuado de recadero, ante la base del altar, se tendió en tierra, y, estando en esta actitud, su alma emigró al Señor. Nada más expirar, de su cuerpo empezó a emanar un olor tan exquisito que todo el oratorio quedó impregnado de él, y cuantos entraban en aquel sagrado lugar percibían los efluvios de tan suavísimo aroma, que duró sin desaparecer unos siete días. San Maximino, tras ungir con suavísimos bálsamos el cadáver de la santa, lo sepultó reverentemente y rogó a los cristianos que cuando él falleciera, enterrasen su cuerpo al lado de la Magdalena”.                                         
                                                                                                                                      
                            Alejandro Pinel Alonso //Septiembre de 1.996.

La escultura: Imagen de Santa María Magdalena
En cuanto a la escultura, hay que referirse, por su notoriedad, a la esculpida por el granadino Pedro de Mena, en 1664, incorporada, unos años atrás, a una exposición realizada en el Museo del Prado sobre la pintura de Tiziano y que tuve el placer de visitar y contemplar. Se trata de una estatua realista de madera policromada vestida con una burda túnica, la mano derecha sobre el pecho mirando angustiada la cruz que sostiene en la otra mano; expresión anhelante de unión del alma con el crucifijo. El pelo naturalista está aplastado sobre la cabeza, tiene el ceño fruncido y unas lágrimas pintadas la corren por las mejillas. Por su espíritu, se asemeja a la figura ascética de Donatello, esculpida doscientos años antes.
 Puede seguir ese mismo modelo, aunque su espíritu es diametralmente opuesto, la talla de la Magdalena escalonillera, colocada en el primer cuerpo del bello templete central que adorna el Altar Mayor de nuestra Iglesia. Juan Nicolau Castro, en su obra: “Escultura toledana del siglo XVIII”, cree poder ligar la imagen con el círculo del escultor cortesano Juan Pascual de Mena, nacido en el pueblo toledano de Villaseca de la Sagra. Aunque se trasladó muy pronto a Madrid, de él se conocen obras en Toledo y en algunas iglesias de la provincia. En nuestra imagen la nota dominante es la belleza y la elegancia, acentuada ésta por ese gesto de la mano derecha que, de forma un tanto descuidada, se apoya con sus largos dedos sobre el pecho. El contraste con el misticismo que transmite la famosa talla de Mena es claro. Ver fotografía al final para comparar.
Pero, ¿desde cuándo empezó la Magdalena a ser patrona de la Parroquia?. Según D. Pablo Bautista, cura párroco de Escalonilla, el día 27 de Junio de 1553, en el acta de bautismo de Diego, hijo de Juan Valencia y su mujer ya figuraba la Magdalena como patrona de Escalonilla.
Sabemos que en Escalonilla se veneraba a la santa desde el siglo XVI, al existir constancia de la fundación, en 1556, de la cofradía de Santa María Magdalena, existiendo, por parte de los cofrades la obligación de hacer la fiesta religiosa, con vísperas, sermón y procesión solemne, lo que indica el arraigo popular que la santa tenía en esa época.
También en las relaciones topográficas de Felipe II, de 1576, unos años después, se contesta expresamente en la pregunta 48: “...En este lugar no hay iglesia catedral más de una iglesia parroquial, que la advocación de ella es de Santa María Madalena, y tiene una capilla mayor, y dos capillas colaterales....”.
Su ubicación en la Iglesia, es el centro del retablo barroco del Altar Mayor, presidiendo el templo de la que es copatrona con San Germán. 

                      
                        Dos instantáneas de la imagen de la Magdalena tras su restauración
 
                             

                                Imagen de la Magdalena antes de ser restaurada
 
 
          Por último, una composición que permite comparar las imágenes de Pedro de Mena (derecha) y la patrona de Escalonilla (izquierda).    
      

                                                                                  Alejandro Pinel Alonso
                                                                                         Julio de 2013